Presentación de la columna de Alberto Ponce (SAE)
Cuando la Comisión de Prensa y Difusión me preguntó si quería escribir una columna sobre libros de montaje o lo que yo quisiera para la página web de la SAE, lo primero que pensé fueron dos cosas.
1) “¡Buenísimo!” desde mis épocas de estudiante de Comunicación Social en Entre Ríos (allá lejos y hace tiempo), siempre me gustó leer columnas y seguir la evolución del autor y los temas que trataban.
2) “¡Qué horror! ¡Voy a tener que volver a leer todos los libros!”. Mmmmm…
Pasadas unas horas de depresión de las que salí viendo una película de los Hermanos Marx (perdón... chiste obvio robado descaradamente al maestro Woody), volví a leer el mail y me di cuenta que también podía hablar de “lo que yo quisiera”. Je, je, je...
Entonces me puse a pensar en que, como digo en las clases, ningún libro de montaje es “totalmente” recomendable. Es decir: algunos libros como los de Eisenstein son enseñanzas atemporales, pero fuera de estos, son muy pocos los que soportan el paso del tiempo. Responden más a una práctica coyuntural que a una reflexión profunda sobre un hacer. Así tenemos libros que en menos de 30 años quedaron casi obsoletos u otros, la mayoría, de los que se pueden extraer algún que otro capítulo.
Entonces pensé que lo mejor sería recordar qué capítulos me habían quedado marcados y comentarlos desde esa óptica, o sea, ¿por qué hasta el día de hoy me siguen interesando? Fuera de este tema puntual de los libros, me pareció que también sería interesante comentar secuencias o escenas en particular de algunos largometrajes con elementos llamativos de montaje, ya que la página web nos da la oportunidad de poder ver el fragmento.
Hecha esta breve (y única) introducción/aclaración, vamos a meterle tijera.