Entrevista a Carla Muzykantski (SAE)
Carla Muzykantski (SAE) es una de las editoras más reconocidas de la industria publicitaria argentina. Con más de quince años de experiencia en el medio, trabajando con importantes directores como Andy Fogwill, Pucho Mentasti o Diego Kaplan, logró posicionarse y moverse allí como pez en el agua: “La publicidad tiene ciclos cortos y eso me gusta”.
Pertenece a una generación formada en universidades y escuelas de cine que solía comenzar su carrera asistiendo a editores profesionales, de modo que asimiló el aprendizaje teórico y también aquel que otorga el trabajo diario. Además de haber editado para cine y televisión, tanto ficción como documental, colaboró con Alberto Ponce (SAE) en su cátedra de Montaje en la U.B.A. donde llegó a ser adjunta y fue docente en la E.I.C.T.V. de San Antonio de los Baños, Cuba. En 2012 participó en S.I.C.A. como delegada de la rama de montaje: “Fue muy esclarecedor conocer el funcionamiento del sindicato por dentro, interesante experiencia”.
Cuando nos juntamos a charlar para esta entrevista, encontré una persona que, utilizando palabras sencillas y ejemplos prácticos, compartió con generosidad su metodología y realizó una profunda reflexión sobre la industria y el oficio de editar.
Siempre que tengo en la sala a alguien dispuesto a aprender, le enseño lo que yo sé, lo que creo que puede serle útil. Y cuando hay gente que no está dispuesta a aprender, también.
Carla Muzykantski (SAE)
¿Por qué elegiste ser editora?
Fue por casualidad. Yo soy de la segunda generación fundante de Diseño de Imagen y Sonido (U.B.A.). La carrera se estaba armando y mi formación en montaje fue mala. Pero la verdad es que a mí el rodaje no me gustaba demasiado, no me hallaba. Sigue sin emocionarme, en realidad.
En esa época era todo lineal y había pocas islas a las que tuviéramos acceso. Un día, un amigo muy inquieto me dijo: “Pongámonos una isla de edición”. Así que con una pequeña ayuda de mis padres, dos mil dólares, compramos dos caseteras y un mixer. Y de trabajar, trabajar y trabajar, me di cuenta de que eso me gustaba.
Cuando terminé la facultad, me puse a estudiar con Miguel Pérez (SAE) y le pedí a Alberto Ponce (SAE) ser su ayudante en la cátedra, así podía presenciar sus clases. Así aprendí algo y así empecé.
Muchas veces se contrapone la enseñanza de las escuelas de cine con el aprendizaje que se genera día a día en el oficio. Teniendo en cuenta que te formaste en la Universidad y que también fuiste docente, ¿qué opinás al respecto?
Siempre que tengo en la sala a alguien dispuesto a aprender, le enseño lo que yo sé, lo que creo que puede serle útil. Y cuando hay gente que no está dispuesta a aprender, también (reímos).
Pero es muy distinto impartir conocimiento cuando estás en una sala, frente a los problemas concretos con que te enfrentás todos los días, a cuando estás en una clase, donde tenés un programa a seguir y la práctica se hace más compleja de enseñar.
Lo mismo sucede cuando uno aprende. Estudiar te acorta mucho recorrido, mucho camino. Pero, de todas formas, necesitás un tiempo de prueba, de trabajo, para entender todo lo que vas leyendo. A mí, con el correr de los años, me cerraron muchas ideas teóricas.
Se te relaciona con un perfil muy ligado a la industria publicitaria. ¿Cómo llegaste allí?
Por casualidad también. Yo empecé a trabajar profesionalmente como asistente de edición en Pulso, el estudio de Miguel Pérez (SAE). Eso me fue abriendo las puertas a distintos profesionales, como Marcela Sáenz (SAE) o Sebastián Elizondo (SAE), entre otros.
Una vez estaba asistiendo a Marcela en una serie de televisión y la llamaron para hacer un comercial. Ella se sentó y lo editó, pero cuando apareció todo el show de los comerciales, dijo: “Hasta acá llegó mi amor, seguí vos Carlucha”. Y ahí conocí a Seba Wilhelm, un creativo que hoy es dueño de una agencia, que le gustó cómo trabajaba. Porque era ordenada, rápida, prolija y no lo importunaba con muchas preguntas. Eso era por miedo: ellos eran personas importantísimas en el mundo publicitario y yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo (reímos).
Durante mucho tiempo me llamaron para hacer publicidad y no podía porque estaba de asistente en un largo o en tele. Hasta que en un momento pude. Y así entré, de casualidad.
¿La industria publicitaria varió mucho desde que comenzaste?
Sí, la industria cambió muchísimo. Cuando empecé era linda época porque teníamos buenísimas ideas y había mucha plata. Hoy no hay plata, o no se la quiere gastar en campañas grandes. Cada vez los timings que me presentan son más cortos. El asistente de montaje desapareció. Ahora, con la democratización de la tecnología, hasta desaparecieron las estaciones de trabajo.
En la Entrevista a Juan Carlos Macías (SAE), él dijo que cuando comenzó en la industria publicitaria, “el director tenía su peso, defendía su producto”. ¿Creés que ese “peso” fue pasando de los directores a la agencia y de la agencia al cliente?
Yo tuve la fortuna de trabajar con grandes directores, de esos que venían arrastrando el star system y todos en su momento se supieron adaptar a que la agencia es dueña de la pieza. Y sobre todo es dueña de la idea, por mucho que el director la construya. Es un trabajo conjunto pero la idea es de la agencia y el cliente también suele ser de ella.
También es nuevo que los clientes confíen cada vez menos en aquellos en quienes delegaron su comunicación. Pasa mucho en las presentaciones, cuando el asunto está peliagudo, que se ponen a discutir por cosas ajenas al trabajo de isla. Es divertido también, pero ahí son horas que te fumás pensando “Ay, yo tenía médico” (reímos).
¿Cuál es tu metodología de trabajo?
Siempre me gusta trabajar sola al principio, para conocer el material y ordenarlo. Y para tratar de insertarme con algo de conocimiento a un grupo de trabajo que me precede. Después me gusta trabajar con el director, porque enriquece mi trabajo.
Lo primero que hago es una gran secuencia con todo el bruto, la copio y empiezo a seleccionar. En publicidad graban mucho, entonces me gusta esto de ir limpiando. Si hay que sincronizar, lo hago mientras voy seleccionando. Es mi mirada fresca, mi acercamiento de cero. Y selecciono lo que me gusta. Lo que mi ojo ve como bonito, como bello, lo marco.
Separo las frases con las distintas intenciones y trato siempre de tener dos o tres versiones de armado, para mostrar las posibilidades de narración, de encuadres, etc.
Después del trabajo con el director, viene la agencia. Y lo que me gusta es resolver, no que me manden al creativo junior, porque él está probando, teniendo miedo y no quiere jugarse por nada.
Detesto algo que antes no pasaba y es que venga gente de la agencia a trabajar otro proyecto y que se pongan a discutir en voz alta de cualquier cosa. En una productora, aunque yo tenía mi propia sala, me ofrecieron auriculares. No se dan cuenta de que el trabajo requiere concentración. Entonces, a veces, me pongo mala y tengo que echar de la sala a todo el mundo.
Soy amiga de los cortes bruscos, amiga de la cámara lenta. Me gusta poner bastantes planos y jamás corto a tempo con la música. Detesto los rampeos y los fundidos.
Carla Muzykantski (SAE)
Teniendo en cuenta las características de la industria publicitaria, ¿qué considerás que aportás como editora?
Aporto muchísimo porque soy la primera persona de toda la cadena de producción que tiene una mirada realmente fresca y libre de todo prejuicio. Soy la primera que no fue nunca a una PPM(1), a una participativa, a una reunión siquiera. No conozco ninguna interna, no estoy influenciada por nada. Soy el primer público.
Después, específicamente, también aporto con mi trabajo. Cuidando al actor, cuidando que el cuento se entienda. Y también aporto todo mi arte que, dicen, es bastante bueno (reímos).
¿Sentís que tenés una estética o narrativa personal?
Sí, absolutamente. Soy amiga de los cortes bruscos, amiga de la cámara lenta. Me gusta poner bastantes planos y jamás corto a tempo con la música. Detesto los rampeos y los fundidos. Lo que sí hago muchísimo es tomar la parte del cuadro que más me interesa. Por ejemplo, si hay dos personajes en toma, utilizo lo mejor de uno y lo mejor del otro.
Cuando me encapricho con algo que no me gusta, trato de evitarlo todo el tiempo. Si hay un gesto que detesto, o un movimiento feo de algún personaje, mi ojo no puede dejar de mirarlo y trato de sacarlo siempre. A la vez, cuando hay algo que me parece hermoso y conmovedor, insisto en ponerlo en el armado. Como en mi trabajo hay muchas personas que intervienen, algunas propuestas sobreviven y otras no, pero es muy satisfactorio cuando algo de lo que armaste en un primer momento, termina quedando.
En 2011 edité Televisión por la inclusión(2). Fueron trece capítulos en un mes y medio. Una locura, pero me encantó. Después de emitido un programa, el actor lo llamó al director y le dijo: “Lo que vi en pantalla no es ni lo que leí en el guión, ni lo que yo actué en set. Es un producto que ha crecido mucho con el trabajo de dirección y de armado”. Él pudo reconocer, en todo este proceso que es contar un cuento, el valor agregado que le damos cada uno de los eslabones. Cuando pasa eso, te llena de orgullo.
¿Considerás que la publicidad maneja una estética diferente a las series televisivas o los largometrajes? ¿Cómo la definirías?
No sé si la publicidad tiene una estética diferente, porque lo que pasa mucho es que una película o una serie imponen como novedad cierto tipo de cámara, cierto tratamiento de luz, o algunos efectos y toda la publicidad empieza a copiar esos recursos.
Yo viví una época en la cual había que partir la pantalla sí o sí, con varias acciones en paralelo. Si sumaba o no sumaba, si confundía o no confundía, no importaba. Porque la moda era “ahora tiene que estar todo con pantalla dividida”. ¿Y es auténtico de la publicidad? No, es copiado.
Pero que la publicidad maneje tiempos muy cortos para “contar el cuentito”, ¿no la lleva a tener una estética diferenciada respecto de las series, por ejemplo?
Tiene que ver con la cantidad de información narrativa que puedas tener. Ni siquiera con la velocidad de los planos, ni el ritmo del corte. Me parece que tiene que ver con lo que tenés que contar. Eso te marca. En publicidad tenés que contar un producto, una marca, un beneficio y un “compralo por favor”. Casi siempre sin el “por favor”, sino “compralo porque te va a hacer feliz”.
¿Crees que la publicidad da lugar a los tempos dramáticos de los actores o, más que nada, lo que guía el ritmo es el corte?
Da lugar, claro que da lugar. Es cierto que vos tenés un tiempo más breve para narrar en publicidad que en una serie, un corto, un medio o un largo, pero la intensidad dramática del actor tiene que estar. Y eso no se construye sólo con el corte.
¿Sentís que la industria te considera de manera diferente por tu condición de mujer?
Nunca fue algo que me preocupara. Sí me pasó siempre que quienes me conocen por primera vez, se disculpan antes de decir una guarangada. Y yo soy muy mal educada, hablo muy mal y tengo una mente muy podrida, pero por el sólo hecho de ser mujer, me piden perdón. Hasta que se dan cuenta de que yo también hablo como un varoncito.
Hay gente que es muy misógina, aunque por supuesto no he trabajado con ellos. Y también hay gente que tiene una claridad hermosa respecto al hombre, a la mujer y al género. Entonces sí, hay un tema con eso. ¿Que me haya impedido avanzar en mi profesión? Para nada.
¿Considerás que el montaje es un oficio, una técnica, un arte?
Todo. Es un oficio, porque se aprende de artesano a artesano. Es un arte, porque la forma en que cada uno lo puede tratar tiene expresión propia. También es una profesión y tiene su técnica. Creo que podría encuadrarse dentro de todo eso, depende desde dónde lo mires.
Para terminar, te hago una pregunta que se repite a lo largo de todas las entrevistas: en una definición corta, ¿qué es para vos el montaje?
Es el último eslabón en la cadena de contar algo. Es un trabajo divino. Es agotador, física y mentalmente. Es infinito, porque cada nuevo trabajo te despierta nuevas posibilidades y desafíos. Pero sobre todo, es donde cuajan los sueños de mucha gente.
Notas
(1): La PPM (Pre Production Meeting) es una reunión de pre producción que suele realizarse días previos a la filmación de un comercial, de la que participan la firma anunciante (comúnmente llamado cliente), la agencia de publicidad y la casa productora.
(2): Televisión por la inclusión es un unitario de trece capítulos dirigido por Alejandro Maci, producido por ON TV Llorente & Villarruel Contenidos. Se emitió en 2011 por Canal 9. Recibió el premio Martín Fierro y los actores Darío Grandinetti y Cristina Banegas, sendos Premios Emmy por sus actuaciones.