La luz incidente, por Eliane Katz (SAE)
Ariel Rotter es de esos directores que consideran al montaje como parte integral del proceso de escritura del guión. Tanto en "La luz incidente", como en "El otro", examinamos una y otra vez el material filmado, tratando de definir lo más ajustadamente posible la historia a contar, y la mejor manera de contarla, en un proceso que es a la vez riguroso, maravilloso y desgastante.
Eliane D. Katz
El tono, en esta película, está dictado por la sutileza, lo que nos obligó a buscar la forma de transmitir las emociones por las que atraviesa Luisa, la protagonista, sin quebrar esa premisa y, a la vez, sin perder expresividad. Cada gesto, cada mirada, tenían que transmitir algo decisivo, todo lo que no fuera imprescindible tenía que ser descartado.
Revisábamos constantemente las escenas para asegurarnos de que nada se sintiera subrayado, explicado, porque había que sugerir más que mostrar, lo que nos obligaba a movernos en un espacio muy reducido, en el borde entre la intensidad y la frialdad. Contra esa delicadeza irrumpía su pretendiente, desbordante, lleno de energía y palabras, pero que de alguna manera debía mantenerse dentro de los límites que imponía la película. Frente a la vacilación de ella, frente a sus dudas, las certezas de él empujaban la relación, y la película, hacia adelante.
Ese contraste, esa tensión entre dos fuerzas opuestas, marcó mucho del proceso de edición. Un proceso sumamente creativo aunque muy duro, en el que nos vimos obligados a dejar afuera escenas bellísimas en pos de respetar esa rigurosidad, en donde la mínima nota discordante producía ruido.