Konstruktion Argentina, por Alejo Santos (SAE)
En apariencia, aunque todos sabemos que las apariencias engañan, Konstruktion Argentina, de Fernando Molnar, es una película sencilla. Su premisa podría ser la siguiente: “Con la excusa de los 100 años de la Bauhaus un estudiante de arquitectura decide investigar el nexo entre Walter Gropius y la Argentina, a través de la influencia de la cultura constructiva alemana en el país”. O bien podría ser: “Hay que mostrar estos edificios porque son realmente increíbles”.
En la primera afirmación, nos encontramos con un documental de investigación teórico-histórica; en el que, como sabemos desde el primer instante, el narrador no es una voz emérita sino un estudiante. Lo cual permite no ser una aburrida concatenación de datos y abre un mundo de especulaciones en torno a los edificios y sus historias. Este es el camino que posiblemente recorran la mayoría de los ojos que se acerquen a ver la película.
Sin embargo en la segunda enunciación vemos una invitación a la contemplación más pura, el deleite del plano y de la composición del mismo, el trabajo del tiempo y las duraciones sobre los objetos (en este caso los edificios).
La aventura de editar Konstruktion Argentina llegó a mí por sorpresa. No nos conocíamos con Fernando y fue a través de su productor Daniel Werner, con quien yo me encontraba trabajando en otra película. Entré al proyecto en un momento que considero ideal para iniciar el montaje: habían filmado gran parte del material pero no la totalidad y restaba entre otras cosas un posible viaje a las tierras teutonas (la edición definiría el grado de necesidad del mismo). Las cartas estaban dadas para un desarrollo interesante: editar, dejar decantar, re-filmar, volver a editar.
La dinámica de trabajo con Fernando fue muy flexible y creativa. Es un director que confía y da libertades, principalmente porque tiene claros sus objetivos desde el inicio.
Para mí fue una franca y hermosa propuesta de montaje, un acercamiento a un tipo de documental observacional con el cual no había trabajado nunca. Y devino en un ejercicio plástico muy gratificante. Dispusimos de una diversidad increíble de planos por obra. No tuvimos ataduras a una trama, ni a personajes, sino que nos dejamos llevar por breves enunciados que ponían a las obras en contexto. Fernando planteó algunas normas estéticas respecto del uso de músicas y del archivo. Y todo representó un juego de montaje puro que nos permitió crear un universo de sentidos desde la más pura imagen en movimiento.
Promediando la edición, el registro de Alemania y las obras se tornó imprescindible. La pausa también nos permitió confrontar el camino tomado en términos de contenido con la investigación de Fabio Grementieri, base teórica de la película, e indagar más en el material de archivo y la dosificación de información en cada obra.
La segunda etapa fue mucho más breve, con muchas más certezas al interior de cada secuencia (de cada edificio), y se centró más en la distribución de estas unidades a lo largo de la película.
El resultado es una película fiel a los espacios que transita, una construcción que es más bien una superposición de plantas que terminan por dar con un edificio imposible.
Alejo Santos