Hijos nuestros, por Alejandro Carrillo Penovi (SAE)
Le debo mucho a mi trabajo como editor de películas publicitarias. Gracias a esa actividad conocí a personas que resultaron decisivas en el desarrollo de mi carrera profesional, como por ejemplo Andrés Fogwill o Fabián Bielinsky. Y más recientemente Nicolás Suárez, un joven, brillante y sofisticado creativo que solía volverme loco con permutaciones borgeanamente infinitas del montaje de un spot publicitario —las que indefectiblemente conducían a una pieza cualitativamente distinta y superior al guión original, para mi fastidio y admiración. Cuando Nicolás me convocó para editar su opera prima, "Hijos nuestros", en codirección con su compañero Juan Fernández Gebauer, la satisfacción de sentirse partícipe del cine de una nueva generación vino acompañada por una sensación de responsabilidad: dado el modesto presupuesto de una opera prima, la decisión de contratar a un editor experimentado implicaba una fuerte apuesta por parte de la producción. Mi trabajo tenía la exigencia de estar a la altura de ese esfuerzo productivo: los resultados tenían que justificar esa inversión.
Como toda obra de arte, "Hijos nuestros" tiene un lenguaje propio y único, en el que no faltan las sutilezas pese a su condición esencial de comedia —o acaso gracias a ella. El montaje tenía que preservar la alquimia actoral entre Carlos Portaluppi y Ana Katz, ganar sus matices sin forzarlos, dejar que lo cómico germine naturalmente en la situación y no por obra de la manipulación de los planos. A la vez tenía que encontrar para algunos pasajes formas del relato peculiares, que hicieran equilibrio entre la frescura y la extrañeza. A todo hubo que dar rápida respuesta, armonizando tres visiones distintas del montaje, pero casi siempre complementarias. Al cerrar el corte tuve la alegría de saber que Juan, Nicolás y la productora ejecutiva, Georgina Baisch, ponderaban la inversión en el editor como un acierto. Esta alegría se intensificó cuando en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata del año pasado el distinguido jurado de la SAE (¡Cantore! ¡Bua! ¡Macías!) decidió premiar el montaje de "Hijos nuestros" como el mejor de las películas argentinas en competencia, de alguna manera confirmando aquella apuesta productiva. Esta es la primera vez que recibo un premio en mi carrera profesional como editor de largometrajes, lo cual permite adivinarle algún sentido poético: como mínimo, es prenda de inolvidable gratitud a los dos directores que se la jugaron conmigo en su debut. Ojalá me vuelvan a llamar para las próximas.
Alejandro Carrillo Penovi