Gilda, por Alejandro Brodersohn (SAE) y Ernesto Felder (SAE)
A. BRODERSOHN: El montaje de “Gilda” fue un proceso sumamente intenso debido a la necesidad de la producción de estrenar la película en coincidencia con el 20º aniversario de su muerte. El objetivo inicial era entregar el corte final a las seis semanas de concluido el rodaje, para darle tiempo a vfx y sonido.
Alejandro Brodersohn (SAE) / Ernesto Felder (SAE)
Para intentar cumplir esta meta fue invaluable el aporte de Ernesto, quien comenzó la edición apenas iniciado el rodaje. Yo pude sumarme al proyecto en la quinta semana, y luego de trabajar conjuntamente durante cuatro semanas, continué el montaje hasta llegar al corte final. Si bien esto estuvo pautado así desde un inicio, fue una pena no contar con Ernesto hasta el final de la edición. Por suerte, durante toda esta travesía contamos con la excelente asistencia de Josefina Llobet (EDA), quien pudo trabajar simultáneamente en una isla a su disposición, por lo que el intercambio de opiniones entre los tres durante el proceso fue muy rico.
E. FELDER: Haber sido parte de este equipo fue un lujo. En primer lugar, porque admiro a Alejandro y es para mí un referente, por lo que haber compartido esas semanas de trabajo con él fue una experiencia sumamente enriquecedora a nivel personal y profesional. Por otro lado, porque contar con el profesionalismo de Josefina y su vasta experiencia como asistente fue un privilegio poco frecuente: poder despreocuparse de todos los aspectos que a menudo nos distraen (ya sea técnicos, operativos, etc.) nos brindó muchísima tranquilidad y nos permitió focalizar la energía.
Además, el montaje de esta película me abrió las puertas a un mundo nuevo y atrapante que conocía apenas superficialmente. Me entusiasmó y terminé sumergido en ese universo. No siempre sucede, pero si tenemos suerte, ese sea tal vez uno de los aspectos más atractivos de nuestro oficio.
A.B.: Si bien es inevitable conocer algunos aspectos de la vida de Gilda, preferí no investigar demasiado más sobre su historia. Miré apenas algunos videos y entrevistas, lo suficiente como para conocer un poco mejor al personaje real, pero sin contaminarme. No quería que la historia real condicionara en demasía la ficción.
Había, estructuralmente, sólo un aspecto que no podía ser alterado demasiado: el orden de aparición de los temas, donde debíamos respetar la cronología de los sucesivos discos. En todos los otros aspectos tuvimos la libertad de re-ordenar y desfasar en el tiempo algunas escenas, particularmente las de carácter más íntimo de su vida como la relación con su marido y obviamente los flashbacks, y así tratar de construir una progresión dramática y emocional más sólida para contar esencialmente la conversión de Miriam, la maestra jardinera, en Gilda, la reina de la bailanta.
E.F.: Cada día, cuando me llegaba el nuevo material, era una muy grata sorpresa. Me encontraba con un material excelente, bien actuado y bien interpretado por todos. Pero algo especial sucedía con Natalia Oreiro: cada vez que entraba a cuadro, iluminaba la pantalla. No sabría explicarlo, pero evidentemente (y lo digo como un detractor amistoso del star-system, más aún si es surgido de la televisión) hay algo en ella que es único, mezcla de ángel y talento.
El material permitía –e invitaba– a jugar con variantes, no sólo de puesta sino particularmente de tonos y matices actorales.Y esto no era producto de un rodaje caótico, sino de la búsqueda intencional de la directora, Lorena Muñoz.
A.B.: Uno de los desafíos más interesantes de esta experiencia fue encontrar un balance adecuado entre la mirada autoral de Lorena y las características o criterios que impone una película que busca llegar al público masivo como “Gilda”. Manejar esa tensión natural, y hacer confluir esas miradas por momentos antagónicas, es siempre un reto, pero a fin de cuentas, enriquece y beneficia enormemente a la película.
Por otra parte, y más especialmente tratándose de una película comercial, resultaba importante equilibrar los estados anímicos de una historia que es esencialmente trágica. De hecho, fue luego de ver el primer corte que nos dimos cuenta de que teníamos entre manos una historia mucho más triste de lo que imaginábamos a priori. Fue por lo tanto un proceso arduo lograr que la sensación predominante del espectador al salir del cine sea una de triunfo, que es en verdad lo que sucedió con Gilda: a pesar de su muerte prematura, logró su anhelo de trascender. Como ella misma dice en la película: “lo que quiero es que la gente cante mis canciones”.
Agradecemos a Leandro Aste (SAE) por la ayuda en la escritura de este artículo.