Cortázar y Antín: cartas iluminadas, por Liliana Nadal (SAE)
En este trabajo se unen mis dos grandes intereses: la literatura y el cine.
Cuando Cinthia Rajschmir me ofreció el trabajo había un guion base cuya propuesta ya me resultó atractiva. Como en todos los documentales, ante tanto caudal de material, lo principal era encontrar un camino, un modo de abordaje.
Primeramente, visualicé todas las entrevistas: de Ponchi me quedó lo concreto, la narración lineal; de Graciela Borges, los recuerdos amorosos; de Dora Baret, la recuperación del pasado; de Ricardo Aronovich, la fascinación por el celuloide; del querido Manuel, la gracia del juego, como si el cine fuera una manera de jugar.
Luego vi todas las películas otra vez, admirando esa vanguardia, ese riesgo que asumía Manuel en los años 60. Leí todas las cartas y empecé a tener una idea de lo que había entre ellos. Pero recién cuando escuché la fonocarta que le envió Cortázar, con su acento tan especial, su modo de hablar, los detalles nimios de lo que pasaba en ese momento, fue ahí cuando todas las piezas empezaron a encajar y pude situarme en esos años, imaginando esta amistad de juventud y el proceso creativo que compartieron. En ese momento los elementos que iba trabajando se empezaron a unir casi mágicamente llevándome de la mano por la avenida de los recuerdos.
Liliana Nadal