Como una novia sin sexo, por Marcela Truglio (SAE)
Trabajar con un director amigo es siempre placentero y tranquilizador, más aún si luego de transitar juntos diferentes proyectos de cortometraje y documentales, ambos nos embarcamos en el ansiado desafío de afrontar nuestro primer largometraje de ficción: Lucas Santa Ana como director y yo, como editora.
Comencé a trabajar una vez concluido el rodaje pero sin seguir un orden secuencial, ya que mi manera de enfrentarme a la página en blanco es encarar aquella escena que en el momento me entusiasma. Realizaba dos o tres versiones de cada una (práctica que arrastro de la edición de comerciales) y cuando tenía varias armadas las compartía con el director, quien elegía o combinaba opciones, realizando sólo pequeños cambios para no cortar el flujo del trabajo.
La naturaleza del proceso nos llevó a tener un armado del primer acto, el cual visionamos, comentamos y dejamos descansar, poniendo a prueba nuestra propia paciencia, para encarar el editado de las escenas del segundo acto y así sucesivamente. Recuerdo que en la ansiedad por ver el trabajo terminado, Lucas había editado, antes que yo comenzara a trabajar, un borrador de gran parte de la película. Si bien procuré no verlo para no influenciarme, esto aceleró el proceso a la hora de revisar los armados, ya que él conocía muy bien el material.
Como la historia transcurre durante muy pocos días en una misma locación (un camping en la costa), el material no permitía grandes cambios estructurales, además de que el guión contaba con una estructura bastante sólida ya que Lucas, quien se recibió en la ENERC y comenzó su carrera como guionista, lo venía trabajando hacía más de 10 años. Los diferentes visionados y proyecciones que compartimos nos fueron llevando a depurar ese primer armado de casi dos horas, quitando digresiones, compactando escenas, y prestando especial atención en no perder a ninguno de los tres personajes principales pero resaltando la línea del protagonista, que es quien lleva el conflicto adelante. También llegamos a re-editar varias escenas a la luz del nuevo armado, ya que considerábamos que merecían otra construcción interna en cuanto a los valores de planos o para nivelar los tonos de las actuaciones.
Las seis semanas que duró el proceso de edición resultaron suficientes para construir un armado que tanto Lucas como yo consensuamos y con el cual estamos muy contentos (cediendo en algunas cosas, ganando pequeñas batallas), pero confieso que viendo la película terminada, de haber contado con la posibilidad, hubiera seguido re-editando varios días, porque con el tiempo uno siempre encuentra cosas para mejorar. Será por eso que en algún momento "estrenamos", como decía Borges, para no pasarnos la vida corrigiendo.
Marcela Truglio