Algo fayó, por Julia Straface
Un editor sufre una grave limitación lingüística: solo logra comunicarse repitiendo frases de los diálogos de las cintas que arma. Así resulta que a medida que avanza en su filmografía, su léxico naturalmente se va ampliando.
Por ejemplo, cuando se quiere añorar el pasado, todavía repite una frase de Luppi que afirma que antes “los barcos eran de madera y los hombres, de hierro”. Acto seguido enmudecen sus interlocutores. Esta costumbre ha llegado a contagiar a una colaboradora suya, que ya empieza a encajar frases de películas en los diálogos del día a día.
Este panorama es en el que literalmente se inserta el documental de Santiago “Pericia” García Isler, gran cofrade en esto del “hay que ir viendo”. Esa misma frase y “no me siento responsable de nada, quiero que lo sepan”, acuñadas por su protagonista, el gran Pablo Fayó (un historietista que ya no dibuja más) eran los latiguillos corrientes durante la faena de armar este documental, que desde un principio fue sospechoso de haber salido con la cámara de joda.
Estos dos editores, de cualquier asunto y en cualquier momento, salían con una de esas frases. Así resultó que la película se fue armando sola: hubo listas de markers impresos en papel y material que llegaba a deshoras y en mal estado.
Ya el título “ALGO FAYÓ”, infalible, habilitaba cualquier error, omisión y desmán; entonces pasó lo esperable: un disco se precipitaba al suelo automáticamente girando ejectado y no conforme con eso comenzaba a emitir un sonido que ha tenido que ser registrado y colocado en la carpeta de los x-files.
Los amigos del protagonista, decididos junto al director a llevar esta película adelante, eran los ilustres Lucas Nine, Diego Parés y Esteban Podeti. La colaboración con ellos en la fase de montaje fue correspondiente a todo el resto: se produjo mediante el tránsito de viñetas y guiones que cobraban de a ratos una paradojal existencia.
Hubo conflictos de framerate y jornadas desconectadas, ausentes de toda fuente conocida. Los originales, tanto los de Pablo Fayó, el dibujante, como los de “Pericia” García, el documentalista, mal interpretados en la fatal pérdida de una generación delirante, se perdieron en una ruidosa noche de Almagro. Este material, encontrado en una caja en baja calidad, dibujado no con plumín sino con plumero, al final, verá la luz. De eso y de todo lo demás tampoco se sienten responsables estos editores.